Por
Marcelo Cotton
Asistimos a una radio sin imaginación.
Frecuentemente las voces de la radio surgen de un espacio aséptico, un no
lugar, aplanado (o aplastado) por la falta de diferenciación de los planos de
voz y sonido.
Si en el cine y la TV se narra con los distintos planos de cámara, en la radio
se lo hace con los planos sonoros. Prescindir de éstos en la radio es como si
al cine le quitaran la posibilidad de que la cámara se acerque y se aleje, como
si estuviera fija en un punto, sin la tercera dimensión, la carencia de
espacio, la falta de profundidad y de movimiento.
Los planos sonoros nos permiten disponer del espacio, extenderlo y dar
movimiento a los personajes. Y sobre todo, narrar. Llevar la atención del
oyente hacia donde el relato lo requiere en cada momento.
Los primeros planos aluden a la
cercanía espacial, sugieren intimidad, detalle y mayor subjetividad. Los planos
lejanos nos sugieren distancia, noción del entorno y más sensación de
objetividad. Y en el medio, toda una gama de posibilidades. Sin embargo, si nos
preguntamos qué plano se usa habitualmente, si uno cercano o uno lejano, sólo
podemos responder que ninguno –o mejor dicho el plano neutro-, ya que un plano
de sonido adquiere sentido en relación con otros. Y narrar con planos es narrar
desde la comparación y la perspectiva. Es incluir la noción de espacio en
nuestro relato.
Cuando el radioescucha no está
acostumbrado al relato en perspectiva, incluir muchos planos sonoros puede
resultar confuso y dar a malas interpretaciones. Hay que acostumbrar a la oreja
del oyente a las sutilezas de los sonidos y a que el ejercicio de escuchar
radio, puede ser análogo a asomarse a una ventana que trasluce un paisaje de
inmensos matices o a admirar una pintura que invite a ser desentrañada.
Mientras tanto, los planos sirven para guiar su atención. Es decir, narrar.
Imaginemos una primera escena de una
película. La imagen nos muestra una panorámica de una ciudad, luego una plaza
con personas paseando, después una pareja sentada en un banco, y luego a esos
personajes en planos cercanos dialogando. La imagen nos guía, nos hace una
presentación, primero ubicamos la ciudad, la plaza, el contexto para ir
entrando en la historia particular. Traducido a planos sonoros, esta escena
podría describirse así: se escuchan los sonidos clásicos de esa ciudad, un
locutor puede dar información sobre dónde nos encontramos, se escucha el sonido
de la plaza (atrás quedan los sonidos de la ciudad) y poco a poco van entrando
los personajes en plano mientras que el sonido del entorno se va gradualmente
diluyendo, quedando atrás. Uno se podrá preguntar porqué los sonidos del
entorno se diluyen, si mientras estos personajes hablan, el entorno sigue con
su incesante ruido. La respuesta es simple: porque no se puede contar una
historia de modo objetivo. Siempre hay que pararse desde algún lugar para mirar
(y escuchar) Siempre hay que seleccionar qué se escucha más y qué menos.
Incluso ponerse uno en situación y preguntarse cuántas veces ha estado uno
metido en un diálogo, una situación conflictiva, profunda, intensa, en la que
el entorno prácticamente “desaparece” de la propia subjetividad.
Metámonos en el diálogo de esta
pareja. Hablan de sus vidas luego de meses de no verse. En un determinado
momento ella le confiesa, sin medias tintas, que está embarazada de él.
Inmediatamente nuestra atención está concentrada en los personajes, debemos
escuchar sus voces en un primer plano, sus titubeos, como si viéramos sus
gestos. La plaza y la ciudad poco importan en este momento, de lo contrario,
escucharíamos un pastiche que nos alejaría del dramatismo de la escena.
Incluso, tal vez, no sólo desaparecerían los sonidos del entorno, también
quizás, brotaría una música incidental que refleje el sentimiento del
personaje.
Sea como fuere, la historia ya tomó
impulso y los planos sonoros en la radio (que se traducen en la distancia entre
el hablante y el micrófono, y en los volúmenes de los ambientes) le otorgan
dimensión espacial. El oyente es ese testigo que se entromete en los lugares
más insólitos. Y el que habla por radio (sea locutor, actor o periodista) forma
parte de un espacio común, imaginario o real, del que todos formamos parte.